La oración, en su esencia más pura, es un encuentro personal y transformador con Jesús. No se trata de una fórmula rígida o de un ejercicio mecánico, sino de un diálogo vivo y dinámico con el Señor.
Es crucial despojarnos de la idea de que es algo que se fuerza o se impone, y abrirnos a la posibilidad de que sea Jesús quien tome la iniciativa en este encuentro.
¿Cómo cultivar la oración?
Humildad
La clave reside en responder al deseo de Jesús de encontrarnos, disponiendo nuestro corazón con humildad y docilidad. Reconocer nuestra pequeñez ante la grandeza de Dios nos permite recibir su gracia con mayor plenitud.
Guía del Espíritu Santo
El Espíritu Santo es el maestro interior que nos guía en este camino. Debemos aprender a escuchar su voz y a dejarnos conducir por su inspiración, abandonando la rigidez espiritual y permitiendo que la oración fluya con naturalidad.
Paciencia y constancia
Es un aprendizaje gradual que requiere tiempo, paciencia y constancia. No debemos desanimarnos ante las dificultades o la aparente falta de resultados, sino perseverar en nuestro encuentro con Jesús.
Desafíos de la oración
Sequedad Espiritual
Este no siempre está marcada por sentimientos de consuelo o experiencias extraordinarias. A veces, podemos experimentar tiempos de sequedad, donde no sentimos nada. Sin embargo, estos momentos pueden ser oportunidades para purificar nuestras actitudes interiores y profundizar nuestra fe.
Combate espiritual
También puede ser un combate espiritual, una lucha contra nuestro orgullo, nuestro protagonismo y nuestro interés propio. El diablo puede intentar confundirnos y entorpecer nuestra oración, utilizando nuestras propias debilidades y circunstancias para distraernos del encuentro con Jesús.
Distracciones
Es muy común que, durante esta práctica, la mente divague y nos distraigamos. Se recomienda volver al punto de la oración, una y otra vez, con paciencia y humildad.
¿Cómo podemos profundizar en la oración?
Cuidar la vida espiritual
La calidad de nuestra oración está íntimamente ligada a la calidad de nuestra vida espiritual. Debemos cultivar una vida de gracia, alimentada por los sacramentos, la lectura de la Palabra de Dios y la práctica de las virtudes.
Humildad, confianza y perseverancia
La humildad nos permite reconocer nuestra dependencia de Dios, la confianza nos impulsa a abandonarnos en sus manos y la perseverancia nos sostiene en el camino de la oración, incluso en medio de las dificultades.
Pureza
Esta no necesita ser larga ni elocuente. Lo importante es que sea breve, pura y sincera, brotando del corazón y dirigida a Dios con amor.
Acción de gracias
Al finalizar la oración, es fundamental dar gracias a Dios por el tiempo compartido y por las gracias recibidas, independientemente de cómo nos hayamos sentido.
¿Cuáles son los frutos de la oración?
Transformación interior
La oración auténtica nos transforma desde dentro, renovando nuestra mente y nuestro corazón a imagen de Cristo.
Amor a Jesús
El encuentro con Jesús en la oración nos permite conocerlo y amarlo cada vez más, profundizando nuestra relación con él.
Santidad
Nos fortalece en el camino de la santidad, ayudándonos a vivir según la voluntad de Dios y a amar a nuestros hermanos con el amor de Cristo.
La oración es un don precioso que Dios nos ofrece para encontrarnos con él y transformar nuestras vidas.
Si quieres profundizar en este tema tan hermoso, te invitamos a ver nuestros videos ¿Cómo? En nuestro canal de YouTube hemos hecho una serie de 3 videos con la compañía del padre José Juan.